Rusia explica el veto en el CSNU sobre Siria

By 15 marzo, 2017junio 8th, 2020Noticias
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Respuesta del jefe del Departamento de No Proliferación y Control de Armamento del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores, Mijaíl Uliánov, sobre el uso por la Federación de Rusia del derecho a veto en relación con el proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria.

Pregunta: En los medios de comunicación occidentales hubo una serie de publicaciones que criticaron a Rusia por haber vetado hace días un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Siria. ¿Cómo lo valora usted?

Respuesta: Como un nuevo intento de cargar la culpa en cabeza ajena. De hecho, toda esta iniciativa con la votación en el Consejo de Seguridad fue de carácter abiertamente provocativo. El proyecto de resolución para imponer sanciones contra varias personas físicas y jurídicas de Siria fue preparado ya a principios de diciembre pasado, pero los coautores occidentales se abstenían de ponerlo a votación. Lo hicieron sólo a finales de febrero, lo que coincidió con la reanudación de las negociaciones de paz en Ginebra. Centramos la atención de nuestros colegas occidentales en que este paso podría tener una influencia negativa en la búsqueda de soluciones políticas. Mientras, ellos hicieron la vista gorda ante nuestras preocupaciones. Es decir, se trataba de un paso preconcebido cuyas consecuencias políticas no preocupaban a los promotores de la resolución.

Se puede caracterizar esta historia como provocativa también, porque los coautores del proyecto sabían perfectamente que no sería aprobado en el Consejo de Seguridad, porque Rusia lo vetaría. Sin embargo, no renunciaron a la idea de ponerlo a votación. El objetivo es evidente: intentar presentar a Rusia como país que encubre los crímenes supuestamente cometidos por el Damasco oficial. Con todo esto, se divulgó con entusiasmo la tésis que era imposible dejar sin castigo el empleo de armas químicas, que los responsables de esto no deberían quedar en la impunidad.

Compartimos la última tesis. El problema consiste en que no hubo algunas pruebas más o menos convincentes de que Damasco y sus representantes eran los responsables. El anexo del proyecto de resolución contenía una lista de cargos oficiales y organizaciones en relación con los que se proponía imponer sanciones. Mientras, estas listas estaban basadas en nada. En los informes del Mecanismo Conjunto de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) y la ONU las personas mencionadas no figuraron. No hubo respuesta a nuestras solicitudes de presentar las pruebas de que estas personas eran responables del empleo de sustancias químicas con fines militares. Nos propusieron creer a pies juntillas estas listas sin ponerlas en duda.

Esta actuación de los países occidentales no tiene nada que ver con la justicia internacional. Más bien se trata de un intento de orquestar un juicio empleando procedimientos inapropiados y con bajo profesionalismo. Para cerciorarse de esto, basta con leer el proyecto de sanciones. En estas listas figuran los altos cargos militares y los jefes de centros científicos. Es decir, nos proponían en serio creer que los científicos y generales sirios calificados son personalmente responsables de fabricar y emplear el cloro y el permanganato con fines militares. Los coautores del proyecto ni siquiera intentaron al menos dar una apariencia de verisimilitud al proyecto.

En vista de todo eso, pudimos valorar la iniciativa con la votación como la continuación de juegos políticos sucios cuyo objetivo fue apartar del poder al Gobierno actual de Siria costara lo que costara. Está claro que Rusia no puede ni podrá participar en tales juegos. Esto fue inadmisible también para varios otros miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Además de nosotros, China y Bolivia votaron en contra, mientras que Egipto, Kazajstán y Etiopía se abstuvieron.

Cabe destacar que el uso del derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU es una medida extrema a la que se puede recurrir sólo si no hay otro remedio. Y naturalmente, para tomar la decisión de votar en contra es necesario tener la voluntad política y un sentido excesivo de responsabilidad de lo que no todos pueden jactarse en el mundo actual. Por eso cuando varios socios occidentales o los medios de comunicación intentan presentar algunas reclamaciones al respecto, no tenemos motivos para sentirnos confusos o incómodos. Al contrario, podemos sentir orgullo por nuestro país capaz de contrarrestar decisivamente a tales iniciativas, a pesar de una fuerte presión propagandista.